miércoles, 15 de septiembre de 2010

Generación "ni-ni"

El informe resalta que estos jóvenes que ni estudian ni trabajan corren el riesgo de quedar excluidos de forma permanente del mercado laboral ya que no están adquiriendo experiencia ni conocimientos útiles para pasar de la inactividad y el paro al empleo.

España es el país de la UE con una mayor tasa de paro juvenil (el 40,9%, el doble de la media comunitaria) y uno de los que han destruido más puestos de trabajo ocupados por jóvenes durante la crisis, según recuerda el estudio de Bruselas.

De hecho, durante el primer trimestre de 2008, cuando la crisis todavía no se había agudizado, la tasa de paro juvenil española se situaba en el 21,3%.

La crisis ha provocado también un fuerte aumento en España de la tasa de paro de larga duración entre los jóvenes, del 2,3% al 11,3%, frente al 6% de media comunitaria.

Los que consiguen trabajo, con contrato precario

La economía española ocupa además las primeras posiciones en contratos temporales entre los jóvenes (55,9% frente al 40,2% de promedio en la UE) y en empleo a tiempo parcial involuntario juvenil (32,9% frente al 26,8% de media), lo que aumenta su vulnerabilidad porque son los primeros en ser despedidos

En contraste, en Dinamarca y Países Bajos el porcentaje de jóvenes que ni trabajan ni estudian se sitúa sólo en alrededor del 4%.

NI estudia ni trabaja, la llaman generación ni-ni, y el término no lo ha provocado el informe de la OCDE conocido ahora y que suspende sin paliativos a los jóvenes españoles, los considera de los peor formados de Europa y de los que más se dedican al dolce far niente, frente a los de otros países que asumen responsabilidades en momentos de crisis. Hace dos o tres años que los sociólogos españoles habían puesto nombre a la generación ni-ni, y alertaban a las autoridades y sobre todo a los padres de familia de la situación de la juventud española.

Los jóvenes españoles cuentan con varios récords, y ninguno de ellos edificante: el mayor índice de fracaso escolar, en la cola de la lista europea que recoge el nivel de preparación y formación, y en los primeros puestos en cambio, si no en el primero, de la lista que recoge las horas de ocio.

La responsabilidad es sin duda de las autoridades educativas, pero también hay que señalar con dedo acusatorio a los padres de familia, muchos de ellos no suficientemente atentos a la vida de sus hijos, su nivel de educación y de comportamiento. Es más fácil mirar para otro lado que plantarse ante la falta de respeto, la vagancia y la pérdida de valores. Se ahorra así la nunca apetecible confrontación, pero evidentemente los chicos salen como salen: no conocen el significado de la palabra autoridad ni en casa ni en el colegio, tampoco conocen el significado de la palabra esfuerzo y, por si fuera poco, desde los medios de comunicación, sobre todo desde ciertos programas de televisión, se les ofrecen escenarios en los que triunfan los más desalmados, los más desvergonzados, mientras los que apuestan por la formación y por la defensa de ciertos comportamientos éticos aparecen como pardillos muertos de hambre.

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